¿Quién dice que las cosas son siempre como son, que no hay nada que hacer, que no se pueden cambiar…?

Es cuestión de echarle imaginación (ojo que tampoco se requieren grandes dosis de este ingrediente) y ponerse manos a la obra.

Es pararse a pensar (el tiempo justo y necesario -que si te enredas demasiado en los pensamientos luego es difícil pasar a la acción-), plantearse el qué se puede hacer, con qué y quiénes necesitas contar,  y …armarse de valor y energía para lo que más cuesta…pasar a la acción.

Eso sí con un toque de ilusión parece que todo fluye mucho mejor: es como ese chorrito de aceite virgen que necesitas para darle el toque sabroso a la ensalada, o la pizca de sal (sin abusar) que realza el gusto de ese pulpito a la gallega… Umm, ¡tan poca cantidad que necesitas y el buen resultado que da!.

La verdad es que me cuesta imaginar mi “cocina diaria” sin este exquisito ingrediente. Y no vayáis a pensar que sólo se encuentra en las tiendas “delicatessen”, más bien os recomiendo que lo guiséis en casa: a fuego lento que tiene más cuerpo y te da para más veces, en microondas es más rápido pero también da buen resultado…  luego en un tupper y al bolso,  que en cualquier momento puede ser necesario un poco de esa ilusión para sobrellevar esa mañana de perros  o el día de bajón… ¡ahh! y muy importante, llevar alguna que otra bolsa vacía porque se pudiera presentar la ocasión de encontrarla en la situación más inesperada y cuando eso pasa, además de saborearla y disfrutarla en el momento, siempre podemos guardar un poco, que la ilusión compartida y /o fruto de la vivencia de otros seres es aún más dulce y deliciosa que la que solos podamos cocinar….

Estos días me ha dado por transformar (con mucha ilusión), un par de objetos de casa: para personalizarlos, hacerlos más divertidos y de paso sacarles mejor provecho del que hasta ahora tenían.

Un bolso de viaje es ahora la bolsa del cochecito para mi pequeña, en colores coordinados con el miniauto y  alegrando el interior con corazoncitos.

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Un paño de cocina, triste y soso, ahora se parece a Marge Simpson cuando tiene la melena al viento, aunque en su nueva función parece más un pato o pollo. De esta manera siempre hay a mano un trapo para secarse en el fregadero… sin riesgo de que desaparezca y te des cuenta de que no está cuando más lo necesitas.

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