Un día que regresaban de la gruta al llegar a su casa descubrieron… que la puerta estaba abierta…
Lo primero que hicieron todos los enanitos fue dirigir un mirada reprobadora al enanito Azul, pues él era el encargado de cerrar la puerta cada vez que salían para ir a trabajar, pero acto seguido el enanito Verde se puso al frente del grupo y con el farolillo en mano se dirigió al interior de la casa para comprobar qué estaba sucediendo…
Al entrar observó con sorpresa que la mesa del salón estaba preparada para la cena y que un estupendo olor procedía de la cocina, donde una olla se encontraba en los fogones apagados… tuvo que detener al enanito Rojo que ya había cogido el cucharón y tenía claras intenciones de probar el contenido del puchero, pues olía realmente bien, pero había que tomar precauciones… No era lo único diferente en la casa, el cesto de la ropa limpia estaba lleno, pero con toda la ropita doblada y planchada, no había rastro alguno de polvo y hasta las telarañas de la biblioteca habían desaparecido… “¿Quién habrá hecho todo esto?” se preguntaban los enanitos sin encontrar respuesta… eso sí por los indicios que hasta ahora tenían, estaban menos preocupados (pues nadie malo se tomaría las molestias de prepararles la cena y adecentar su casita) y muy impacientes por conocer a su invitado.
Con sigilo se dirigieron al piso de arriba donde estaba su dormitorio y allí encontraron…. a una giganta plácidamente dormida, “¡es enorme!” pensaron los enanitos Rojo y Naranja que en su vida habían visto un ser igual y se escondieron rápidamente detrás del enanito Verde atemorizados. Él los tranquilizó y explicó que no era un gigante sino una niña que por algún motivo desconocido se había refugiado en su casa. Su tamaño no era de gigante, sino de humano, pero era bastante compresible la confusión de los más menudos pues la diferencia de tamaño entre ellos y la niña era considerable… Con tanto cuchicheo la pequeña se despertó sobresaltada y al ver a los pequeños seres comenzó a disculparse por haber irrumpido en su casa y a gimotear por sentirse sola y abandonada lejos de su hogar, pensando que aquellos extraños seres no querrían que pasara la noche con ellos.
El enanito Verde se acercó a ella y le pidió que se tranquilizara, no estaban enfadados sino muy agradecidos por haberles preparado la cena y haber recogido su casa. Le ofreció su minúscula mano e insistió en que hiciera el honor de acompañarles a cenar y así poder explicarles con calma su historia…
Así fue como a la luz de las velas y al abrigo de los libros, mientras tomaban la deliciosa cena que la pequeña había preparado, los enanitos se enteraron de quién era aquella dulce niña, una joven princesa, los motivos que la habían llevado a huir de su palacio, donde su malvada madrastra había intentado matarla y cómo su única escapatoria había sido internarse en el bosque para escapar de su maldad. Después de tan largo y triste relato, los enanitos Rojo y Naranja pidieron al enanito Verde que dejara que se quedara con ellos y viviera allí para siempre. El enanito Verde propuso una votación y todos por unanimidad decidieron que la linda niña viviera con ellos.
Desde entonces en el Bosque de los Melenudos nuestros pequeños amigos disfrutan cada día de las risas de la dulce niña, de sus canciones e historias, de sus guisos estupendos pero sobretodo de su cariño.
Ella también es feliz con sus nuevos amigos, y por fin duerme tranquila sin despertarse atemorizada por las pesadillas sobre su madrastra.
En sus ratos libres es toda una costuritas, le encanta bordar, coser y tejer…
así que cuando las Hadas Perfumadas llevan las gemas que los enanitos extraen de la Gruta del Dragón a los bebés recién nacidos, desde entonces llevan también un delicado regalo hecho por ella, pero como ya os he dicho en alguna ocasión, esa es otra historia que algún día os contaré…